miércoles, 25 de agosto de 2010

Ensoñación mortal


Supongo que los malos sueños pasan. Pero tras los míos, queda el sabor amargo de no tener a nadie delante, de tener un vacío helador que me congela cada noche, bajo mantas y edredones.
Serpientes llenas de veneno que se retuercen en mi cabeza día y noche, y que se adormecen con el sonido de una voz lejana, estrangulan cada uno de mis nervios, cada una de mis venas. Se van, vuelven, se van, vuelven.

Un sonido estridente me despierta. Sentía la presencia de un frío gélido cerca. Palabras que caen en saco roto. Sigo soñando. Mis arterias se retuercen de dolor.
Venenosas víboras que habéis depositado vuestro veneno en mí, reptad hasta las últimas células, hasta el último hilo de calor que desprenda mi cuerpo.

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